El proceso de aprendizaje:
fases y elementos
fundamentales
Recopilación de: REVISTA SAN GREGORIO, 2016, No.11, VOLUMEN 1, ENERO-JUNIO, (70-81), ISSN 1390-7247
Fuente para consultar:
http://oaji.net/articles/2016/3757-1472501941.pdf
por:
Mg. Jaime Mesa
El ser humano vive de una u otra manera
la experiencia del aprendizaje a lo largo de
toda su vida. En tal experiencia confluyen
una serie de factores internos y externos que
lo aceleran o entorpecen. Todo aprendizaje
siempre constituye un proceso complejo, que
finalmente se expresa en una modificación de
la conducta.
Para todo docente, el conocimiento de
las diferentes etapas del aprendizaje como
proceso, es de trascendental importancia.
Es obvio que esto permite facilitar a los
profesores el logro de un aprendizaje óptimo
por parte de sus estudiantes.
Toda labor formativa en una institución
educativa se apoya en último término en ayudar
al estudiante a irse formando, completando
y perfeccionando constantemente. Esto
ha sido un proceso que ha merecido una
profunda reflexión filosófica, antropológica,
psicológica y educativa. Pero tal vez, lo más
claro de toda esta reflexión, es que el ser
humano no es un ser acabado, prefabricado
y que desarrolla un simple código genético
durante su vida, si no que por el contrario,
su riqueza consiste en poder construirse a
sí mismo intelectualmente de acuerdo a sus
experiencias con el ambiente que le rodea, las
cuales le exigen constantemente mantenerse
flexible a los cambios y de manera dinámica
proponer y realizar cosas para obtener un
modo de vida que le permita desarrollarse
interiormente.
La Motivación
Constituye un requisito fundamental y
primigenio que desencadena el aprendizaje.
El deseo de aprender, las necesidades
individuales y las perspectivas futuras
impulsan al individuo a aprender más rápida
y efectivamente.
Algunos pensadores como Maslow (1991)
consideran a la motivación como un estado de
impulso, en el que se manifiestan motivos que
tienen por objeto la reducción de una tensión
causada por una necesidad. Cuanto más
fuerte es la tensión, tanto más intensa suele
ser la motivación.
La motivación suele ser un proceso
individual y es sentida por cada ser humano
de acuerdo a su historia personal. Es por
ello que un facilitador (docente) muy bien
puede provocar o maximizar tal necesidad
en su discípulo, por medio de estrategias
pedagógicas adecuadas.
Resulta relativamente fácil verificar que
cada ser humano tiene motivaciones distintas
que pueden estar influenciadas por diferentes
factores, uno de ellos es la madurez para
captar algo, con la que cuenta un sujeto.
Es interesante señalar también que la
motivación puede ser directa y objetiva
(primaria) o indirecta (secundaria); una
motivación es tanto más favorable para el
aprendizaje cuanto más objetivamente esté
orientada y menos dependa de otras personas
del entorno distintas al aprendiz.
La motivación primaria resulta más fuerte
debido a que persigue cubrir necesidades a
corto plazo y mediano plazo y la secundaria
resulta más débil debido a que enfoca más bien
necesidades a largo plazo; por ejemplo, en un
niño promedio, una motivación primaria es
la de comprar y consumir caramelos y una
secundaria, es la de conseguir trabajo. A pesar
de que en ambas actividades el niño necesita
saber las operaciones matemáticas básicas, él
las aprenderá motivado primariamente más
que secundariamente.
La motivación secundaria de “la obtención
de trabajo”, sin embargo, puede transformarse
en primaria en algunas personas adultas
jóvenes que desean aprender matemáticas
(o inglés, o dibujo, jardinería, computación,
estadística, etc.) ya que de este aprendizaje
podría depender su trabajo en el futuro
cercano.
El interés
El interés dentro del Proceso de Aprendizaje
expresa la intencionalidad del sujeto por
alcanzar algún objeto u objetivo; por ello, se
dice que el interés está íntimamente unido
a las necesidades individuales, las cuales lo
condicionan.
Autores como Tapia (1997) consideran que
la estimulación del interés de una persona
por aprender permite que se concentre mejor
en sus pensamientos e intenciones sobre un
objeto o situación determinada, buscando
conocerlo mejor y más de cerca.
Es evidente que el interés está relacionado
con la esfera emocional del individuo. Esto
hace que se manifieste ante todo en la atención.
Dado que el interés es la expresión de la
orientación general de la personalidad, abarca
y guía todos los demás procesos como los de
la percepción, la memoria y el pensamiento
(Tapia, 1997). Es aquí donde podemos percibir
la íntima relación que existe entre distintas
fases del Proceso de Aprendizaje.
El volumen de los intereses suele influir
también en el estilo de desarrollo del
individuo. La concentración del interés
en un solo objeto conduce a un desarrollo
unilateral de la personalidad. La estructura
más favorable parece ser aquella en donde
múltiples y extensos intereses se concentran
en un solo punto, en un solo sector o dominio
y este dominio se vuelve tan significativo y
tan vinculado a los aspectos esenciales de la
actividad humana que alrededor de este centro
puede girar todo un sistema de intereses
polifacéticos y altamente ramificados
(Rubinstein, 1967).
En el curso del desarrollo individual se van
formando diferentes intereses específicos,
unos para niños, otros para adolescentes, otros
para adultos. Ciertos intereses, por tanto, son
factores causales de un proceso formativo, y
otros intereses podrán ser efectos o productos
finales del mismo proceso (Oleas, 2011).
La atención
Todos los procesos cognoscitivos como la
percepción y el pensamiento están orientados
hacia objetos u objetivos (Boujon y Quaireau,
2004), Esta actividad del ser humano se ve
ampliamente favorecida por el desarrollo
de cuadros de atención y concentración
que el individuo presenta para atravesar
un suceso determinado; por lo tanto, la
atención conforma una faceta del Proceso de
Aprendizaje íntimamente ligada a actividades
cognoscitivas como la percepción y el
pensamiento.
La orientación selectiva de la concentración
y el pensamiento es el fenómeno principal
de la atención. La atención produce una
interpretación de los objetos y sucesos con
especial claridad y precisión; pudiéndose
ejemplificar un adecuado cuadro de atención
cuando el individuo pasa del estado de oír
hacia el de escuchar y del estado de mirar al
de observar (Boujon y Quaireau, 2004).
En este contexto, la constancia y estabilidad
de la atención resultan fundamentales.
Dentro de un contexto de enseñanza
formal, por tanto, para que se produzca una
atención estable, que promueva un viaje del
pensamiento de un tema a otro en forma
ordenada es necesario que los tópicos de
enseñanza formen un universo cognoscitivo
cuyos elementos se encuentren enlazados.
Además, la estabilidad de la atención puede
depender de algunos factores importantes:
la peculiaridad del tema de estudio, su
grado de dificultad, la familiaridad con ella,
su comprensibilidad, la postura del sujeto
con respecto al tema, la fuerza de su interés
y las particularidades individuales de la
personalidad.
A pesar de la fragilidad natural de la
atención, es importante que los estudiantes
mantengan prolongadamente la atención en
un determinado tópico o asunto mediante un
esfuerzo deliberado de su voluntad, incluso
cuando el contenido sobre el cual se esté
tratando pueda, a primera vista, no ofrecer
ningún interés particular para el estudiante,
este ejercicio juega un papel importante para
el desarrollo de la atención voluntaria.
Asimismo, es importante que el docente
impulse el interés de sus estudiantes sobre
un objeto cognoscitivo (tema de estudio)
primariamente partiendo de la atención
involuntaria y posteriormente sobre
escenarios de atención voluntaria creados
durante el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Ello sólo se logra conseguir explotando al
máximo los valores polifacéticos, tanto de las
asignaturas formales de enseñanza como de
la naturaleza individual de sus estudiantes.
El docente debe, por lo tanto, aprovechar
al máximo cualquier cuadro de atención
involuntaria para promover el desarrollo de
una atención voluntaria sólida en el futuro.
Ello amerita una labor continua del docente
reforzando el interés y la motivación de sus
estudiantes y consiguiendo inclusive cierta
carga emocional positiva (Boujon y Quaireau,
2004). Para ello, es imprescindible que el
docente ofrezca continuamente nuevos
contenidos vinculados con tópicos del
conocimiento ya conocidos de agradables
recuerdos y experiencias para sus estudiantes
La adquisición
La adquisición de conocimientos es una
fase del proceso de aprendizaje en la cual el
estudiante se pone inicialmente en contacto
con los contenidos de una asignatura. Algunas
veces se pueden presentar estos contenidos
de forma tan vívida que con una sola vez que
se lo presente se logra fijar la idea.
Un simple concepto puede encadenar las
ideas de tal modo que la cantidad de lo que
se tiene que aprender se reduce y el nuevo
conocimiento se retiene por más tiempo y se
aplica con mayor efectividad.
Es bastante probable que el estudiante
se olvide de un hecho que se encuentra en
conflicto con una forma de pensar que le
inspira confianza. Esto quiere decir, que los
seres humanos retenemos los hechos que se
adaptan a nuestras ideas básicas de lo que es
verdadero y razonable (Ausubel, 2002).
La retención suele ser muy alta con respecto
a las ideas importantes y útiles a corto plazo y
el olvido suele producirse principalmente con
respecto al conocimiento que no se usa.
La comprensión e interiorización
Esta fase es una de las más avanzadas en
un proceso de aprendizaje, ya que involucra el pensamiento: la capacidad de abstracción
y comprensión de conceptos, así como la
memoria significativa. La comprensión está
íntimamente relacionada también con la
capacidad crítica del estudiante. A medida
que comprende un contenido, esto le ayuda
a juzgarlo, a relacionarlo con contendidos
anteriores y a conceptualizar los nuevos casos
presentados (Díaz et al., 2011).
Como se mencionó, lo significativo de los
contenidos que se enseñan juega un papel
importante en la mayor o menor comprensión
de los mismos. Sin embargo, frecuentemente
puede resultar difícil juzgar lo que resulta
significativo para un estudiante o para otro. El
único signo seguro de comprensión, por tanto,
es la transferencia: una respuesta acertada
o la explicación de una situación nueva
basada en los conocimientos comprendidos
previamente, o la reconstrucción de una
respuesta dada con anterioridad.
Otra forma de verificar que ha ocurrido la
comprensión correcta de un conocimiento
es cuando el estudiante puede efectuar la
aplicación del mismo en un caso o situación
poco familiar. Esta comprensión es más
profunda cuando se llega a un grado de
conocimiento teórico-práctico.
La asimilación
Una fase del proceso de aprendizaje en la
cual se almacenan o guardan los aspectos
positivos de los conocimientos y experiencias
a los que el estudiante o aprendiz estuvo
expuesto, el individuo suele conservar estos
aspectos a mediano y largo plazo, ya porque
satisfacen sus necesidades, ya porque cubren
sus intereses o porque los puede poner en
práctica en su vida diaria.
Es así como no todo conocimiento o hecho
comprendido es asimilado o guardado en el
individuo, sino que son solo algunos los que
se conservan en su interior.
La asimilación de un conocimiento dado
en un individuo afectará fundamentalmente
su comportamiento posterior ya que su
yo interno se habrá enriquecido por los
conocimientos asimilados.
Talizina (1988), en este mismo sentido,
enuncia que: el camino del desconocimiento
al conocimiento no se caracteriza por la
sustitución de unos errores por otros, sino por
la sustitución de las formas de existencia de
los nuevos conocimientos que se diferencian
por el grado de generalización, reducción, etc.
Cabe entonces mencionar que sin una
correcta asimilación el proceso completo
de aprendizaje no se produciría, ya que solo
después de haberla alcanzado el estudiante
mostrará nuevas actitudes y criterios ante las
experiencias que se le presenten en base a los
conocimientos que haya asimilado.
La aplicación
Los cambios conductuales originados en
el individuo (estudiante, aprendiz) a lo largo
de las fases anteriores, casi siempre suelen
afirmarse fuertemente cuando son puestos
en práctica o “aplicados” en situaciones
nuevas, pero similares a la original, y surten
un efecto eficaz y positivo en ellas originando
espontáneamente un estado de satisfacción
interna en el individuo.
En este sentido, Sperling (1972) enuncia
que: en muchas situaciones problemáticas
el no llegar a una solución adecuada puede
resultar en algo más que simple molestia. En
muchas situaciones la propia supervivencia
podría depender de nuestra capacidad para
resolver el problema que se nos presenta. De ello se desprende que cuando un
conocimiento asimilado no puede ser aplicado
en una situación nueva podría originar en
el estudiante un sentimiento de frustración,
causando que dicho conocimiento no se
afirme y lentamente se pierda.
Por consiguiente, la aplicación correcta
de un conocimiento o experiencia a una
situación nueva constituirá una pauta eficaz
para observar el cambio conductual en un
estudiante y para verificar si efectivamente el
proceso de aprendizaje se desarrolló de manera
adecuada. Así, cuando un conocimiento
asimilado es aplicado en la vida diaria por el
estudiante, enriquece a éste e indudablemente
le permite ampliar su campo de acción.
La transferencia
Es el efecto que una tarea de aprendizaje
produce sobre otra; por ejemplo, enseñamos
a los niños pequeños los sonidos y nombres
de las letras para que luego aprendan a leer;
asimismo, les enseñamos a manejar balones
de una manera rudimentaria, para que más
adelante el dominio de los mismos les permita
aprender a jugar fútbol o baloncesto (Clifford,
1981).
En este sentido, suele afirmarse que
transferencia y aprendizaje prácticamente son
la misma cosa, el aprendizaje significativo es
la vinculación del nuevo material aprendido
con el ya asimilado anteriormente: lo viejo
siempre afectará a lo nuevo de alguna manera
(Ausubel, citado por Clifford, 1981).
Sin embargo, resulta más práctico
considerar a la transferencia como una etapa
del aprendizaje y no como el aprendizaje
mismo, ya que la unificación integradora
de conocimientos y experiencias diversas se
unen en ella para resolver una situación o
problema nuevo.
Dentro de este contexto, cabe recalcar que no
todo lo que se enseña en los centros educativos,
a veces inclusive en la universidad, es aplicado
por el individuo en situaciones posteriores,
es decir, no es susceptible de transferencia;
por ello, los docentes de los diferentes niveles
debemos realizar un esfuerzo para favorecer
el desarrollo de conductas útiles –adquiridas
a través de aprendizajes- en situaciones
posteriores nuevas.
La evaluación
Constituye la etapa final del proceso de
aprendizaje; de la observación e interpretación
de los resultados de éste depende que el
proceso se reencauce, modifique o mantenga
con el mismo ritmo. Constituye una fase
imprescindible en un verdadero proceso de
aprendizaje.
Las actividades y procesos de evaluación de
la calidad y cantidad del aprendizaje suele ser
una parte habitual y necesaria dentro de la
práctica pedagógica.
Con el aparecimiento de diversas maneras
de evaluación, ésta ha evolucionado
considerablemente desde formas básicas de
comprobación de resultados de destrezas
básicas adquiridas hasta formas de evaluación
de resultados más complejos, tales como
comprensiones, actitudes, valores, aptitudes
especiales, destrezas avanzadas, rasgos
personales, sociales y morales.
Por tanto, hay muchas maneras como los
docentes pueden tratar de evaluar los adelantos
de sus estudiantes, desde la mera observación
directa, la observación sistemática, hasta los
test estandarizados que evalúan el desarrollo
de competencias puntuales (Villardón, 2006).
Finalmente, algo muy importante que se
debe recalcar es que la efectividad de una
evaluación cualquiera depende directamente
del momento en el que se la realice y de los
medios que se utilicen para aplicarla. Si
el momento y el medio son los adecuados,
indudablemente los resultados de la evaluación
reflejarán la nueva realidad conductual que el
estudiante ha adoptado frente al proceso de
aprendizaje que atravesó.
Conclusiones
El desarrollo de un aprendizaje formal
implica el cumplimiento generalmente
consciente de varias fases entrelazadas entre
sí, a veces con límites claros entre ellas,
a veces con límites difusos: motivación,
interés, atención, adquisición, comprensión,
asimilación, aplicación, transferencia y
evaluación.
El cumplimiento cabal de estas fases suele
necesitar niveles diferentes de esfuerzo y
planificación por parte de los docentes y los
estudiantes; igualmente, cabe mencionar
que estas fases pueden cumplirse dentro o fuera del centro educativo, dependiendo de
la temática propia de uno u otro aprendizaje.
La interdependencia entre una y otra
fase suele ser alta, dentro de un contexto
de aprendizaje formal (escuelas, colegios,
institutos, universidades) y la consecución
de buenos resultados dependerá de varios
factores: por ejemplo, que al inicio del
proceso la motivación y el interés hayan
sido desencadenados de tal manera que la
expectativa por aprender algo nuevo sea lo
suficientemente fuerte para que el aprendiz
invierta el tiempo y el esfuerzo posteriores
necesarios para ello.
Solo así se podrán alcanzar niveles
de atención y colaboración suficientes
que permitan al individuo (estudiante)
involucrarse de lleno en el proceso, pudiendo
luego adquirir, comprender y asimilar los
nuevos conocimientos de manera integral.
La aplicación y transferencia de los nuevos
conocimientos son etapas ulteriores del
proceso, que permiten observar la efectividad
del aprendizaje desarrollado, aplicando
los nuevos conocimientos en contextos
constituidos por situaciones cotidianas
reales, necesarias de enfrentar y/o resolver.
Finalmente, la evaluación cualitativa y
cuantitativa de los resultados del aprendizaje
constituye una fase que permite observar
sistemáticamente, caracterizar e inclusive,
cuando sea necesario, medir en base a
una escala matemática el alcance de estos
resultados. El grado de alcance de éstos,
así como el análisis del proceso integral de
aprendizaje efectuado, permitirá luego la
retroalimentación del sistema educativo y
la implementación de acciones de mejora
continua en nuevos procesos de aprendizaje
en el futuro.
Fuente y crédito para consultar:
http://oaji.net/articles/2016/3757-1472501941.pdf